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Contenido

Prólogo & Introducción

Capítulo 1 Hechos & Prejuicios

Capítulo 2 Variacion y selección natural frente a la evolucion

Capítulo 3 Faltan los eslabones

Capítulo 4 ¿Evolucionaron las aves?

Capítulo 5 ¿Evolucionaron las ballenas?

Capítulo 6 Humanos: ¿Imágenes de Dios o monos desarrollados?

Capítulo 7 Astronomía

Capítulo 8 La Edad de la Tierra

Capítulo 9 ¿Es legítima la explicación del diseño?

Capítulo 10 Conclusión

Refutando la Evolución

Un manual para estudiantes, padres y profesores que responde a los últimos argumentos en favor de la evolución

por Jonathan Sarfati, Ph.D., F.M.

Capitulo 5 ¿Evolucionaron las ballenas?

Los cetáceos (ballenas y delfines) son en realidad mamíferos, no peces. Aunque viven toda su vida en el agua, a diferencia de la mayoría de los mamíferos que viven en la tierra. Pero los evolucionistas creen que los cetáceos evolucionaron a partir de mamíferos terrestres. El libro Enseñando la Evolución y la Naturaleza de la Ciencia destaca prominentemente una supuesta serie transicional. En este capítulo se analiza éste y otros argumentos a favor de la evolución de los cetáceos, y muestra algunas características singulares de las ballenas y los delfines.

Maravillosas ballenas

Los cetáceos tienen muchas características especiales que les permiten vivir en el medio acuático. Por ejemplo:

  • Una enorme capacidad pulmonar que les permite un intercambio de oxígeno eficiente; lo cual facilita inmersiones prolongadas.
  • Una poderosa cola acabada en grandes aletas horizontales la cual les permite nadar vigorosamente.
  • Ojos diseñados para ver correctamente bajo el agua gracias a un alto índice de refracción y al mismo tiempo capaces de resistir grandes presiones.
  • Sus oídos poseen un diseño distinto de los oídos de los mamíferos terrestres pues son capaces de captar las ondas sonoras en el aire y al mismo tiempo guardar su tímpano protegido de las altas presiones.
  • Su piel carece de pelo y de glándulas sudoríparas pero posee una gruesa capa de grasa fibrosa que sirve como aislante.
  • Las aletas de las ballenas y sus lenguas poseen intercambiadores de calor que actúan contra corriente para minimizar la pérdida de calor.
  • Fosas nasales en la parte superior de la cabeza (respiraderos).
  • Boca y pezones especialmente acondicionados para que el bebé pueda ser amamantado bajo el agua.
  • Los misticetos disponen de unas formaciones queratinosas llamadas barbas o ballenas, que cuelgan de la mandíbula superior, dentro de la boca, y filtran el plancton para la alimentación.

Muchos cetáceos localizan objetos usando el eco. Tienen un sistema de sonar que tan exacto que es la envida de la marina de los EE.UU. Puede detectar un pez del tamaño de una pelota de golf a una distancia de 70 metros (230 pies). Un experto en teoría el caos ha demostrado que el patrón de repiqueteo del delfín está diseñado matemáticamente para obtener la mejor información posible1.

Una de las sorprendentes características de la mayoría de los delfines que localizan usando el eco y de las pequeñas ballenas es el “melón”, un saliente grasoso en la frente. Este “melón” es en realidad una lupa de sonido; una estructura sofisticada diseñada para concentrar las ondas de sonido emitidas en un solo rayo que el delfín puede dirigir hacia donde quiera. Esta lupa de sonido funciona porque diferentes lípidos (compuestos grasosos) desvían las ondas ultrasónicas que los atraviesan de distintas formas. Los distintos lípidos deben de estar dispuestos según una forma determinada y en una secuencia precisa para concentrar el sonido rebotado del eco. Cada uno de los lípidos es único y diferente de los lípidos de grasa de ballena normales y se elabora siguiendo un proceso químico complicado en el que intervienen diferentes enzimas.2

Para que un órgano como éste haya evolucionado, las mutaciones fortuitas deberían haber formado las encimas apropiadas para poder crear los lípidos correctos, y otras mutaciones deberían haber causado que los lípidos se depositaran en el lugar correcto y con la disposición y forma adecuadas. No es posible que este órgano evolucionara gradualmente paso a paso, porque hasta que los lípidos no estuvieran completamente formados y por lo menos parcialmente, en su lugar y forma exactos, no habría servido para nada. Por lo tanto, la selección natural no habría favorecido formas intermedias incompletas.

Eslabones perdidos

Los evolucionistas creen que las ballenas evolucionaron a partir de algún tipo de mamífero terrestre. Según el libro Enseñando la Evolución, página 18, éstas “evolucionaron a partir de un grupo primitivo de mamíferos ungulados denominados mesoniquios” [Actualización de 2001: esta afirmación ahora ha sido puesta en duda por los mismos evolucionistas]

De todas formas, se requiere una infinidad de cambios para que una ballena evolucione a partir de un mamífero marino. Uno de ellos es la eliminación de la pelvis. La pelvis tendería a aplastar el orificio reproductivo con los movimientos propulsores de la cola.

Pero una pelvis más pequeña no habría podido sostener las extremidades traseras necesarias para poder caminar. Por lo tanto la hipotética forma transicional no sería apta ni para la tierra ni para el mar, y en consecuencia sería extremamente vulnerable. Del mismo modo, la parte posterior del cuerpo debe poder girar respecto la parte anterior para que las oscilaciones laterales de la cola se transformen en movimientos verticales. Las focas y los dugongos no son desde el punto de vista de su anatomía formas intermedias entre los mamíferos terrestres y las ballenas, pues poseen sus propias características particulares.

Los evolucionistas expertos en ballenas como E.J. Slijper se han dado cuenta de la ausencia de formas transicionales en el registro fósil: “No disponemos ni de un sólo fósil de una forma transicional entre los susodichos animales terrestres [es decir, carnívoros y ungulados] y las ballenas3.

El fósil de ballena más antiguo del registro fósil muestra que eran completamente acuáticas desde su primera aparición. Sin embargo, el libro Enseñando la Evolución pretende polemizar sobre la evolución. Y por lo tanto reconstruye algunos recientes descubrimientos fósiles para defender las historias evolutivas que Slijper creía basándose en la fe. En la página 18 aparece una hermosa imagen de un supuesta serie transicional entre animales marinos y ballenas (dibujados del mismo tamaño sin explicar a los lectores que algunas de estas criaturas tenía tamaños muy distintos; véase la sección sobre Basilosaurios en este capítulo). Esta imagen parece haber sido tomada de un artículo en la revista Discover4. La lista de la revista Discover (abajo) es idéntica a la serie que aparece en el libro Enseñando la Evolución con la diferencia de que en esta última aparece el Basilosaurus en el cuarto lugar y que la lista de la revista Discover posee “fechas”:

  • Mesoniquios (hace 55 millones de años)
  • Ambulocetus (hace 50 millones de años)
  • Rodhocetus (hace 46 millones de años)
  • Prozeuglodon (hace 40 millones de años)

Debe notarse la falta de tiempo necesario para que la gran cantidad de cambios ocurrieran mediante mutaciones y selección natural. Si una mutación resulta en un nuevo gen, para que este nuevo gen sustituya al antiguo en una población determinada, los individuos portadores del antiguo gen deben ser eliminados, y esto requiere tiempo. Los cálculos genéticos de la población indican que en 5 millones de años (un millón más del supuesto intervalo entre Ambulocetus y Rodhocetus), los animales de una línea generacional de alrededor de 10 años (típica de las ballenas) no podrían sustituir más de 1.700 mutaciones5. Esto no es ni muchos menos suficiente para generar la nueva información que las ballenas necesitan para la vida acuática, incluso suponiendo que pudieran surgir de alguna forma todas las hipotéticas mutaciones necesarias para añadir la información requerida. (y tal y como se muestra en el capítulo 9, la ciencia real muestra que esto no puede ocurrir).

Ambulocetus

Reconstruction of Ambulocetus
(A) Reconstrucción del Ambulocetus, ‘al final de la brazada natatoria’14 Los huesos punteados son los únicos que han sido hallados, y los sombreados fueron hallados 5 metros por encima del resto.
(B) Al quitar las “adiciones” no queda mucho del Ambulocetus!

El segundo en esta “serie transicional” es el Ambulocetus natans (“ballena caminante que nada”) que tiene una longitud de 2 metros (7 pies). Siguiendo el ejemplo de los medios de comunicación secular y las revistas “populares” de ciencia el libro Enseñando la Evolución frecuentemente presenta bellas historietas a sus lectores, pero no presenta los detalles técnicos de la investigación, ni tampoco sus limitaciones. Las bellas ilustraciones del Ambulocetus natans en estas publicaciones se basan en imaginaciones de los artistas, y ¡deberían ser contrastadas con los huesos que realmente se han descubierto! La diferencia se ilustra bien en el artículo “A Whale of a Tale?6 ” (¿Cuentos de ballenas?) Este artículo muestra que los elementos esqueléticos necesarios para establecer la transición de un mamífero terrestre no nadador a una ballena están (convenientemente) ausentes (véase el diagrama de la pagina siguiente). Por lo tanto, no hay forma de evaluar críticamente las grandilocuentes afirmaciones que presenta sobre el significado de los fósiles. La bióloga evolucionistas Annalisa Berta escribe sobre el fósil de Ambulocetus:

“Dado que la faja pélvica no ha sido preservada, no hay ninguna evidencia en el Ambulocetus de que las extremidades posteriores estuvieran conectadas con el esqueleto axial. Esto impide las interpretaciones de locomoción en este animal, dado que muchos de los músculos que sostienen y mueven las patas traseras se originan en la pelvis7.”

Finalmente, (según métodos de datación evolucionistas) su fecha es posterior a las ballenas que claramente lo son, por lo tanto es poco posible que sea un antepasado caminante de las ballenas.

Basilosaurus

Basilosaurus isis (o Zeuglodon) es la cuarta y ultima forma transicional propuesta en la página 18 del libro Enseñando la Evolución. Basilosaurus en griego significa ‘rey lagarto’, pero en realidad era un mamífero marino parecido a una serpiente de unos 21 metros (70 pies) de largo, con un cráneo de 1,5 metros (5 pies) de largo. Era 10 veces más largo que el Ambulocetus, aunque el libro Enseñando la Evolución lo dibuje del mismo tamaño contribuyéndo así a dar la pretendida impresión (falsa) de que existe una serie transicional genuine.

Sin embargo, El Basilosaurus era completamente acuático, y por lo tanto difícilmente una forma transicional entre mamíferos y ballenas. También, Barbara Stahl, paleontóloga especialista en vertebrados y evolucionista, señala:

“la forma de serpiente del cuerpo y la forma peculiar del los dientes laterales dejan claro que estos archaeocetes [como el Basilosaurus] No pueden haber sido los antepasados de las ballenas modernas.”

Ambas ramas de las ballenas modernas, las ballenas dentadas (Odontoceti) y las ballenas verdaderas (Misticetos), aparecen súbitamente en el registro fósil. Stahl señala lo siguiente respecto a la estructura cranial de ambos tipos:

“ … muestra una extraña modificación no presente, ni siquiera de forma rudimentaria, en los Basilosaurus y sus parientes: en relación con la migración hacia atrás de las narinas en la superficie dorsal de la cabeza, los huesos nasales se han reducido y ascendido y los elementos premaxilares y maxilares se han expandido hacia atrás para cubrir la cara superior de la caja del cráneo’8

Basilosaurus tenía pequeñas extremidades posteriores (ciertamente demasiado pequeñas para andar), y el libro Enseñando la Evolución dice “se cree que no eran funcionales.” Pero, según otros evolucionistas, probablemente se usaban para agarrarse durante la cópula. Por ejemplo, Philip Gingerich evolucionista experto en ballenas dijo, “Me parece que podrían haber sido algún tipo de abrazadera sexual y reproductiva”9 .

Pakicetus

Pakicetus inachus, descubierto por Philip Gingerich, es a los ojos de algunos evolucionistas otro candidato a forma intermedia entre ballenas y animales marinos. Según los métodos de “datación” evolucionistas tiene 52 millones de años. Dado que algunas publicaciones educativas han propuesto que el Pakicetus es una forma transicional (véase el diagrama en la página siguiente), merece la pena examinarlo aunque no aparezca en el libro Enseñando la Evolución. Lo cual indica que sus autores no creen que Pakicetus sea un buen ejemplo de forma intermediaria.

Esto podría ser porque, en el momento de escribir, Pakicetus tan’sólo era conocido por algunos dientes laterales y fragmentos de cráneo y de la mandíbula inferior, por lo tanto no había fundamentos para saber si su locomoción era transicional. Pero el artículo de Gingerich dirigido a profesores de escuela10 presenta una reconstrucción llena de creatividad, como a su vez la portada de la revista Science11, esta reconstrucción era distinta de la realidad tal y como se informaba en el mismo número. Nótese que las partes punteadas del cráneo representan evidencias fósiles reales, mientras que el resto fue “reconstruido”.

Pakicetus reconstruction v reality
A. ‘Reconstrucción.10,11 B. Lo que fue hallado.10,11
C. El esqueleto más completo.12 D. Nueva reconstrucción.14

Los nuevos hallazgos surgidos después de que Gingerich escribiera su artículo han barrido sus imaginativas reconstrucciones. Un prominente experto en ballenas, Thewissen, y sus colegas desenterraron algunos huesos adicionales de Pakicetus, y publicaron sus obras en la revista Nature. El comentario sobre este trabajo en el mismo número dice, “todos los huesos poscraneales indican que los Pakicetus eran mamíferos terrestres, y … que eran animales corredores, que al correr tocaban el suelo sólo con los pies.” (Véase la ilustración arriba.) ¡Esto es muy distinto de la imagen que presenta Gingerich de su animal acuático!

Esto demuestra un fenómeno frecuentemente repetido en la paleontología evolutiva. Muchas de las supuestas formas transicionales se basan en restos fragmentados, que se prestan a varias interpretaciones, basadas en los axiomas del observador. Las presuposiciones evolucionarias significan que lo más probable es que estos restos se interpreten como transicionales, como en el caso de Gingerich, estas presuposiciones también predominan en las afirmaciones acerca de los hombres mono (véase el capítulo 6). Pero cuando aparecen más huesos, entonces los fósiles casi invariablemente encajan en un tipo u otro, y ya no pueden considerarse como transicionales. También es importante notar que las supuestas formas intermedias suelen ser presentadas a bombo y platillo en los medios de comunicación, mientras que las retracciones suelen silenciarse o ignorarse.

Se nota claramente la tendencia evolucionaria de Thewissen al describir al Pakicetus como un “cetáceo terrestre” y afirmar, “las primeras ballenas eran completamente terrestres, y eran incluso corredores remarcables”. Pero el término “ballena” queda desprovisto de sentido si puede asociarse con mamíferos terrestres, y no explica nada de cómo las verdaderas ballenas marinas supuestamente evolucionaron.

¿Patas vestigiales?

Muchos evolucionistas apoyan la evolución de la ballena alegando que hay patas traseras enterradas en su carne. Sin embargo, estas supuestas “remanentes” no carecen de utilidad en absoluto, sino que ayudan a reforzar los órganos reproductores; los huesos son diferentes en machos y hembras. Así pues se explican mejor por la creación, no por la evolución15. Como en el caso de la supuesta falta de funcionalidad de las extremidades de los Basilosaurus, no deberíamos dar por sentado que la ignorancia de una función significa que esta función no existe.

Un mito promulgado por algunos evolucionistas dice que se han encontrado ballenas con extremidades traseras, completas con los músculos del muslo y la rodilla. Pero esta historia probablemente es una leyenda formada a partir de una verdadera narración de un cachalote con un bulto de unos 14 centímetros (5,5 pulgadas) conteniendo un trozo de hueso de 12 centímetros (5 pulgadas). Los cachalotes suelen medir 19 metros (62 pies) por lo tanto este trozo de hueso es minúsculo en comparación con la longitud del cachalote ¡ es difícil calificarlo como “pierna”16!

La historia de la evolución de las ballenas resulta ser una “historieta de ballenas”, la escasez de evidencias ilustran la abrumadora falta de fósiles transicionales de cualquier tipo.

Sperm whale

Referencias y notas

  1. R. Howlett, ‘Flipper’s Secret’, New Scientist 154(2088):34–39, 28 Junio 1997. Regresar al texto
  2. U. Varanasi, H.R. Feldman, and D.C. Malins, ‘Molecular basis for formation of lipid sound lens in echolocating cetaceans’, Nature 255(5506):340–343, 22 Mayo 1975. Regresar al texto
  3. E.J. Slijper, Dolphins and Whales (Ann Arbor, MI: University of Michigan Press, 1962), p. 17. Regresar al texto
  4. C. Zimmer, ‘Back to the Sea’, Discover, Enero 1995, p. 83. Regresar al texto
  5. Esto se explica completamente en W.J. ReMine, The Biotic Message (St. Paul, MN: St. Paul Science, 1993), capítulo 8; <creation.com/Haldane> Regresar al texto
  6. D. Batten, ‘A whale of a tale? Journal of Creation, 8(1):2–3, 1994. La version en internet <creation.com/ambulo> ha sido actualizada (2001) para incluir más supuestos hallazgos. Regresar al texto
  7. J.G.M. Thewissen , S.T. Hussain, y M. Arif, ‘Fossil evidence for the origin of aquatic locomotion in archeocete whales’, Science 263(5144):210–212, 14 Enero 1994. Perspective by A. Berta, ‘What is a whale?’ en el mismo número, pp. 180–181. Regresar al texto
  8. B.J. Stahl, Vertebrate History: Problems in Evolution (New York: McGraw-Hill, 1974), p. 489; énfasis añadido. Regresar al texto
  9. The Press Enterprise, 1 Julio 1990. A–15. Regresar al texto
  10. P.D. Gingerich, ‘Evidence for evolution from the vertebrate fossil record’, Journal of Geological Education 31:140–144, 1983. Regresar al texto
  11. P.D. Gingerich, N.A. Wells, D.E. Russell y S.M.I. Shah, Science 220(4595):403–6, 22 Abril 1983. Regresar al texto
  12. Thewissen, J.G.M., Williams, E.M, Roe, L.J. and Hussain, S.T., ‘Skeletons of terrestrial cetaceans and the relationship of whales to artiodactyls’, Nature 413:277–281, 20 Septiembre 2001. Regresar al texto
  13. Thewissen, J.G.M., Williams, E.M, Roe, L.J. and Hussain, S.T., Los esqueletos de los cetáceos terrestres y las relaciones de las ballenas con los artiodáctilos, Nature 413:277–281, 20 Septiembre 2001. Regresar al texto
  14. Ilustración de Carl Buell obtenida de <www.neoucom.edu/Depts/Anat/Pakicetid.html>, 18 Enero 2002. Regresar al texto
  15. J. Bergman y G. Howe, ‘Vestigial organs’ are fully functional, Creation Research Society Monograph No. 4. Regresar al texto
  16. C. Wieland, ‘The strange tale of a leg on a whale’, Creation 20(3):10–13, Junio–Agosto 1998. Regresar al texto